Un Barça para enmarcar Y una formación para recordar: de izquierda a derecha, en la fila de abajo, Messi, Henry, Iniesta, Xavi y Puyol, y en la fila de arriba, Abidal, Alves, Piqué, Touré, Eto'o y Valdés. En el transcurso del clásico más azulgrana de toda la historia, también entraron Sergio Busquets, Keita y Bojan. El resto de integrantes del banquillo, como el descartado Hleb, participaron celebrando en el Bernabéu la media docena de goles por todo lo alto.
EL EQUIPAZO Los cracks se repartieron el protagonismo hasta convertir el fútbol colectivo en la estrella de un partido irrepetible
La mariposa que mostraba Leo Messi tiene las alas doradas y sonríe. La mariposa vuela ahora alto, libre, porque Leo la ha acunado y soltado al viento, para que todos sepan que es hermosa, que la hemos de proteger, que podemos luchar por ella.
La mariposa es el símbolo de la Asociación Catalana del Síndrome X Frágil, que se vuelca con los niños nacidos con un trastorno que origina retraso mental. Messi decidió donar los más de 82.000 euros que recaudó la venta de un libro solidario escrito por periodistas de nuestro país, pero dio a esta asociación mucho más. Messi no se limitó a entregar un cheque y nada más, ha dedicado su tiempo y su cariño a niños que sonríen cuando ven a Messi, que se emocionan, que lloran, que ríen.
Leo estaba llamado a hacer un partidazo. Porque Pep Guardiola, que ha entendido al crack argentino desde el principio, se guardaba para el partido más importante darle libertad total. Quería que Messi dibujase su fútbol de mediapunta, con todo el campo para él, para que inventase el último pase, para que se recrease asistiendo a Henry con una obra de arte, para que probase desde cualquier ángulo y que disfrutase.
El técnico sabía las ganas que tenía Leo de hacer un gran partido. La ansiedad no forma parte de su vocabulario, pero los fenómenos se consagran en los partidos importantes y Messi tenía ganas de un encuentro así.
Lo que está haciendo actualmente Henry es también mérito del entrenador. Estaba desahuciado, lo habríamos cambiado por un jugador de Segunda División, había sido tan decepcionante la primera temporada de 'Tití' en el Barça que no queríamos ni creer.
Enamorado de Tití
Todos menos él, todos menos Pep, enamorado del estilismo del francés de piernas plásticas al que por fin estamos viendo definir, a fuerza de que el entrenador le diga que es el más grande.
Como si de una fábula se tratase, marcaron en el Bernabéu otros dos jugadores importantes, que significan mucho, que integran la columna vertebral de este Barça.
Marcó Puyol, con la cabeza y el brazalete, marcó el futbolista que más sufre porque ama al Barça como pocos. Lo hizo también Gerard Piqué, la gran revelación, que llegó al Barça cargado de ilusión y que se ha hecho hombre a manos de un técnico que le da cuerda y le aprieta. Piqué es un animador de grupo, el tipo simpático capaz de cambiar la cara a un vestuario. Pep no se refleja en él, pero sabe cuán importantes son los futbolistas como él. Dos centrales, dos defensas le marcaron al Real Madrid.
Los seis goles llevan el sello de hombres del proyecto, implicados, solidarios, que aplaudieron a Iniesta casi tanto como el mismísimo Bernabéu, que son grandes porque el fútbol que practican es sencillamente sublime.
En parte de esos seis goles están las botas de Xavi, que presiona y recupera para darle un balón mortal a Messi, que envía una asistencia imposible a Henry sin pensárselo dos veces. Imposible hablar sólo de un crack, esto es un equipazo. El partido de Xavi es para pasarlo en clases de fútbol de tan fácil que lo hace todo y de tan sencillo que parece inventar jugadas.
Todo es más fácil con Valdés bajo palos, siendo y estando; con Alves dejándose el alma en cada jugada, con Abidal por el carril izquierdo haciéndose grande con solidaridad, con Touré guardando las espaldas a los cracks sin desfallecer, con Don Andrés Iniesta dejando huella como interior o extremo, la demarcación es lo de menos. Es tan grande Iniesta que el Bernabéu lo encumbra a inmortal. Porque sólo los azulgrana que no son de este mundo merecen que el público blanco los ovacione: Maradona, Ronaldinho, ahora Iniesta. Eto'o no brilló pero trabajo, y eso también cuenta.
Acabó el partido y el equipo se abrazó, como se abraza antes de cada encuentro. El equipo, unido, guiado por un aprendiz que ya (casi) tiene su primera Liga